La identidad en el mundo físico es el conjunto de rasgos propios que caracterizan a un individuo frente a los demás. Es una suma de detalles, de atributos, de historia.
En la medida en que la realidad se digitaliza y es accesible públicamente se empieza a conformar, sin que nosotros hagamos nada, una imagen de nuestro yo en el ciberespacio.
Ese conjunto desordenado, y no reclamado, de información es lo que “somos” en la red. Nuestra identidad digital está formada, lo queramos o no, por esas piezas.
Cuando creamos un perfil profesional en alguna web de networking profesional como LinkedIn o Xing, lo que en realidad estamos haciendo es añadir una ‘versión oficial’ de nosotros mismos a todo ese marasmo de datos. Y con muchas probabilidades, debido a que estas compañías han hecho un trabajo de posicionamiento de los perfiles de sus usuarios en los principales buscadores, esta versión controlada de lo que somos es la primera que aparece cuando alguien busca referencias sobre nosotros.
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